jueves, 3 de septiembre de 2015

#Murakami

                                                             Imagen de la película Tokyo Blues. 

Te estoy escribiendo esta carta aprovechando que has ido a comprar unas Coca-Colas. Es la primera vez en mi vida que le escribo una carta a alguien que está sentado en un banco a mi lado. Pero es la única manera que he encontrado para comunicarme contigo. Porque apenas escuchas lo que digo, ¿no es cierto?
Hoy me has hecho algo terrible. No te has dado cuenta siquiera de que me he cambiado el peinado, ¿verdad? Después del tiempo que he tardado en dejarme crecer el pelo, a finales de la semana pasada por fin logré hacerme un peinado más o menos femenino. Pero tú no te has dado cuenta. Y yo que pensaba que estaba bastante mona y que, después de estar tanto tiempo sin vernos, te sorprenderías… pero no te has fijado. Esto es el colmo, ¿no crees? Quizá no recuerdes qué ropa llevaba puesta. Yo soy una chica. Por más cosas que tengas en la cabeza, ¡podrías prestarme un poco más de atención! Hubiera bastado con una frase del estilo: “Te sienta bien este peinado”. Te hubiera perdonado que fueras a la tuya, que pensaras en qué sé yo.
Por esto, te he dicho una mentira. No es cierto que haya quedado con mi hermana en Ginza. Hoy pensaba pasar la noche en tu casa. Dentro del bolso llevo el pijama y el cepillo de dientes. ¡Ja, ja, ja! Parezco idiota. Si no me has invitado… En fin, te importo un rábano y, por lo visto, quieres estar solo, así que te dejaré en paz. Quémate las cejas pensando en lo que te dé la gana.
No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy triste. Porque tú has sido muy amable conmigo y, a cambio, no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu propio mundo y, cuando llamo a la puerta, “toc, toc”, te limitas a levantar la cabeza antes de volver a encerrarte.
Ahora te acercas con las Coca-Colas. Parece que tengas la cabeza en las nubes. He deseado que tropezaras, pero no te has caído. Ahora acabas de sentarte a mi lado, te estás bebiendo la Coca-Cola a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en la cuenta y al fin me dijeras: “¡Anda, pero si te has cambiado de peinado!”. Pero no ha habido suerte. Si te hubieras fijado, hubiera roto esta carta y hubiera dicho: “Vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la cama los dos muy juntitos”. Pero eres tan insensible como una plancha de hierro.
Adiós.

Tokyo Blues. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario